Una tarde de diciembre fría y abandonada Ruffio Rufus Agudus estaba en su pequeño, pero acogedor, estudio de arte meditando como podría ser su nueva e ingeniosa obra de arte, cuando una voz dulce y firme al mismo tiempo, lo interrumpió de su profundo pensamiento:
MARGARET. - ¡Ruffio, deja tus dichosos garabatos y ven a cenar!
RUFFIO. – ¡Algún día estas obras de arte que tu llamas garabatos serán reconocidas por todo el mundo y, cuando ese día llegue, rectificarás lo que has dicho!
PAULA y SILVIA. – Vamos a jugar con padre y madre (corriendo y saltando alegremente).
RUFFIO. - ¡Queréis callaros de una vez! Dichosas niñas, siempre incordiando.
MARGARET. – Niñas, id a jugar con Rudolf. Enseguida cenaremos (con voz tranquilizadora).
(Tras una larga noche de fuertes discusiones).
RUFFIO. - ¿Margaret?, ¿niñas? ¿Dónde se han metido?
RUFFIO. – Voy a comprobar si Rudolf está en el establo (en voz baja).
RUFFIO. - Me lo temía, ¡se han ido!
Pasaron tres largos años, que para Ruffio fueron muy duros y solitarios.
RUFFIO. – Margaret tenía razón, no he vendido ninguna de mis obras y encima he perdido a mi familia.
Ojala pudiera cambiar el pasado (triste y arrepentido).
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario